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lunes, 22 de noviembre de 2010

El Guardavía

Pintor moderno de vanguardia próximo al fauvismo y de origen humilde, Ignacio PINAZO nos muestra en su obra El Guardavía un desnudo infantil. La visión de un niño que, desposeído de toda pertenencia propia, anuncia la llegada de la modernidad y la tecnología que nos induce a la tristeza y a la preocupación. Aquí vemos un retrato diferente, de un acabado más cercano al realismo quizás que alguna de sus otras obras en las que, con su pincelada suelta y alegre, da un aire inacabado a sus obras más basado en la sugerencia.

La figura del niño, situada de pie, en el centro del lienzo, ocupa casi toda la obra. Vemos a un niño de corta edad, y completamente desnudo, de espalda a nosotros y parado de pie frente a la vía del tren . Su cabeza ligeramente inclinada a la izquierda, su mirada paralela al raíl y su mano derecha, en la que sostiene una bandera roja que mantiene levantada, parece anunciar la llegada próxima de un tren. Pero el lugar elegido no es una estación, no tiene vida, delante del niño solo hay un paisaje árido y desierto de toda humanidad, así que adivinamos que el tren pasará de largo a gran velocidad sin reparar apenas en la figura del niño, que le indicará con la bandera, y con una especie de corneta que sostiene en la mano izquierda, en que lugar del itinerario se encuentra. Sus pies desnudos sobre la tierra, perfectamente alineados uno junto al otro, así como su rostro concentrado en la distancia, muestran la seriedad y la disciplina del trabajo del niño. Nada en esa escena nos recuerda la infancia, definitivamente no es un juego de niños lo que vemos. Tampoco la desnudez es algo festivo como uno podría creer de una escena infantil, es simplemente miseria y pobreza. El artista crea una perspectiva aérea con un cielo gris y despejado y la visión lejana de unas montañas que cruzan el horizonte usando colores fríos, invernales, reforzando así la idea de una desnudez no recreativa y mucho menos placentera, de una desnudez en la que el hombre queda expuesto y a la intemperie en su miseria frente al imparable avance de la modernidad que apenas repara en su presencia y, mucho menos, en su pobreza.

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